¿Quién eres tú?
Somos pequeños animales viviendo en una roca que gravita en un universo en expansión, tratando de dar sentido a nuestra existencia a través de una herramienta que la evolución seleccionó: el lenguaje.
De pequeña me gustaba dibujar y escribir. Incluso una vez escribí un relato, que se titulaba “El amor de Gerardo” (tiembla Elisabet Benavent). Tales hazañas siempre eran reforzadas por el entorno de la siguiente forma: “que artista que eres”, “que creativa que eres”, “que bien dibujas”.
Así, poco a poco, fui integrando la idea de que “Yo soy creativa porque dibujo y escribo bien”. Aprendí a autodenominarme ‘creativa’ cada vez que dibujaba o escribía, porque el entorno reforzaba esa etiqueta.
En un momento determinado, pintar y escribir dejó de ser algo placentero por varios motivos, (desde luego no ayudó que mi madre me encargara hacer cuadros en serie para regalar a la familia) y dejé de hacerlo. Ya no pintaba ni escribía y, por lo tanto, nadie me ponía esta etiqueta.
¿Seguía siendo creativa?, ¿Si lo era porque no expresaba?, ¿mi esencia había desaparecido?, ¿tenía que sacarlo?, si no era creativa, ¿qué era?
Contexto
Cuando estudiaba en la universidad, llegó a mis manos este librito:
Lo devoré. Lo leí, y lo releí varias veces. No sabía traducirlo a términos prácticos o, si lo prefieres, operativos, pero sentía que ahí había algo importante. Años más tarde, conocí el contextualismo funcional. Y fue como una lluvia a lo que el libro de Sartre plantó en mí.
Las ideas de que la existencia precede a la esencia y que tenemos la responsabilidad de elegir cobraron todo el sentido del mundo desde el contextualismo funcional y, concretamente, desde la terapia de aceptación y compromiso (ACT). Entendí algo que me dio un poco de vértigo: no sólo puedes elegir quién eres, es que no te queda otra.
Así que nada, con esta revelación y un poquito de sudor existencial… he puesto el mantel y puedo seguir tirando del hilo.
👓 El “yo” es una perspectiva
Nos han enseñado que el yo es como un conjunto de definiciones conceptuales sobre uno/a mismo/a y que puede conocerse, evaluarse y describirse mediante afirmaciones. Como si tuviésemos una esencia fija que determina los rasgos de personalidad.
Pero es que el “yo” no es algo dentro de nosotros que se manifiesta o se descubre, es algo que se construye en la interacción con el mundo.
De hecho sería más adecuado hablar de “yoando” que de “yo”, pero a mi también me sangran los ojos cuando leo “yoando”, o sea que es poco probable que la vuelva a escribir.
Desde el contextualismo funcional, el “yo” es una perspectiva desde la que se nos enseña a mirar, una forma particular de relacionar eventos a través del lenguaje. Y la Teoría del Marco Relacional, da cuenta de ello.
La Teoría del Marco Relacional de Hayes (RFT, por sus siglas en inglés) es una teoría del lenguaje y la cognición que explica cómo los humanos aprenden a relacionar cosas de manera arbitraria mediante el lenguaje. La RFT sostiene que aprendemos a conectar palabras, ideas y experiencias entre sí por medio de relaciones aprendidas (a través de procesos de condicionamiento) como “igual a”, “mejor que”, “opuesto a”, etc., pero el quid de la cuestión es que las relaciones que establecemos, son arbitrarias, no describen el mundo natural y que a partir de unas relaciones, derivamos relaciones nuevas.
El yo, desde la RFT, no es una cosa, sino una posición que se construye mediante claves deícticas aprendidas: yo-tu/aquí-allí/ahora-entonces. Y esto empieza en la infancia, cuando se nos entrena a enmarcar de este modo para notar que las cosas suceden desde nuestro punto de vista (yo/aquí/ahora).
Metafóricamente diríamos que el yo es el lugar des de el que ves la obra en un teatro, no es el escenario.

Te pongo un ejemplo con mis peques:
Fuimos a nadar y estábamos en el vestuario, cuando mi hija mayor se me acercó muy enfadada con su hermano. Se había escondido dentro de una taquilla (sí, mis hijos tienen ideas brillantes) y su hermano la cerró sin darse cuenta de que ella estaba dentro.
O eso dijo él. Yo sospecho que sí lo sabía, pero bueno, otro día hablamos de eso.
El caso es que, justo después, él también se enfadó con ella porque, al salir de la taquilla, su hermana le empujó. Teníamos drama guapo.
Desde el punto de vista de mi hija (yo-aquí-ahora), ella estaba jugando, escondida, y de repente alguien la encerró sin avisar. Su experiencia era que lo que había ocurrido era injusto.
Desde el punto de vista de mi hijo (yo-aquí-ahora), cerrar la taquilla era lo lógico, lo que se hace para que no te roben (o divertido, si consideramos que él sabía perfectamente que estaba encerrando a su hermana en la taquilla).
Ambos estaban actuando desde un único lugar desde el que mirar las cosas. Por eso, en terapia, y en la vida, deberíamos entrenar la toma de perspectiva con preguntas que nos ayudan a movernos:
•¿Dónde estabas tú cuando ella se escondió? (yo-tú)
•¿Qué creías que iba a pasar cuando te metiste ahí dentro? (ahora-antes)
•¿Cómo crees que se sintió ella estando encerrada? (aquí-allí)
Estas preguntas nos entrenan para ver que la experiencia es múltiple, y que la palabra “yo”, también. Nos ayudan a formar una experiencia de “yo” flexible, nos facilitan la toma de diferentes perspectivas y nos permiten tactar nuestra experiencia.
🏷️ Cuando el “yo” se convierte en una etiqueta
El yo se construye a través del lenguaje y un mecanismo clave es la coordinación relacional: vincular palabras con experiencias.
Con los procesos llamados “naming” aprendemos que el sonido de la palabra “mamá” se enmarca en coordinación con la persona que actúa con ese rol. Por lo tanto “mama” = persona X.
Y claro, lo que aplicamos al mundo, lo aplicamos a nosotros mismos y a la etiqueta “yo”.
Recuperamos el ejemplo del principio con el tema de la creatividad, para entenderlo mejor:
Mireia, cuando es pequeña, dibuja con cierta gracia, le mola dibujar. Ante ese comportamiento, su contexto inmediato le dice que lo hace muy bien y le dan atención (refuerzo positivo). Por lo que ese comportamiento queda seleccionado por el ambiente y aumenta la probabilidad de que vuelva a ocurrir.
Con los días Mireia repite el comportamiento (que pasa a ser reforzado de forma intermitente) y con la repetición, se va haciendo cada vez más hábil en ello.
Paralelamente Mireia escucha frases como: “A Mireia se le da muy bien el dibujo”, “No se le dan bien los números pero si el dibujo” y más tarde llega el rasgo esencialista: “Mireia es creativa”, “Mireia no es de números”.
Por lo tanto Mireia, pone en coordinación dos etiquetas: Yo (Mireia) = creativa (dibujar bien). Y empezamos a enmarcar el “yo” en coordinación con una palabra, un rasgo esencial.
Este proceso no se queda en una simple descripción, porque también derivamos reglas sobre cómo deberíamos actuar para confirmar esas descripciones.
“Si soy creativa, entonces tengo que dibujar”.
“Las personas creativas hacen dibujos que gustan”.
“Si no dibujo o invento textos, no soy creativa”
“Si lo que hago no gusta, no es creativo”
Y así es como una etiqueta se convierte en una regla verbal rígida sobre uno mismo. Una regla verbal que empieza a dirigir lo que buscas, lo que evitas y lo que te explicas sobre ti mismo/a.
🫂 Cómo salimos de esta
Refinando nuestra forma de relacionar “yo” con tu contexto.
Como te he comentado, la Teoría del Marco Relacional (RFT) describe múltiples maneras de relacionar los eventos del mundo: hemos visto enmarcar en deíctico (yo-tú, aquí-allí, ahora-entonces) y en coordinación (esto = eso), pero hay un una forma que es la más sofisticada: enmarcar en jerarquía
El marco jerárquico permite establecer relaciones como: “Esto es un tipo de eso”, “Esto forma parte de eso”, “Esto está contenido en eso”. Es la conducta de notar que “yo soy algo que contiene esto que noto”.
Te pongo un par de ejemplos:
• “Una naranja es una fruta” → Pero la fruta no es naranja
• “La mano es una parte del cuerpo” → Pero el cuerpo no es la mano
Enmarcar mis eventos internos en jerarquía, me permitió dejar de ver el pensamiento “soy creativa” como una verdad rígida, una etiqueta esencialista que tenía que estar confirmando todo el tiempo con lo que hacía.
En lugar de seguir enganchada en la regla verbal: “si no escribo ni dibujo, entonces no soy creativa”, aprendí a ver esa frase como un pensamiento que aparece dentro de mí, no una descripción esencialista.
Pasé de identificarme con la etiqueta (“yo = creativa”) a observar que yo soy alguien que puede tener el pensamiento ‘soy creativa’, igual que puede contener muchos otros eventos.
Y me puedes decir; “Hombre Mireia, pero si ser creativo está bien, es una ventaja”, pues la verdad es que no es una ventaja cuando es una etiqueta rígida. Porque la coherencia con la etiqueta verbal y todas las reglas que se derivaron de ella, era una barrera como una catedral para poder hacer cualquier cosa que no cupiera en las reglas.
Flexibilizar, permitió volver a dibujar y escribir sin que fueran una obligación identitaria. No tenía que demostrar nada. Pude permitirme comportarme de forma creativa con lo que me diera la gana, no buscando la coherencia con un supuesto rasgo.
💫 Entonces, ¿quién eres tú?
Tú eres quien nota que ese evento interno ha aparecido; en términos de Skinner, eres quien tacta esa conducta verbal.”
Enmarcar los eventos internos en jerarquía con el deíctico yo permite que no identifiquemos las etiquetas como verdades esenciales sobre nosotros mismos/as. Permite ser un poco más libres de lo tremendamente reforzante que es ser coherente con ellas.
Porque aunque no nos gusten, aunque nos duelan, intentaremos ser coherentes con ellas. Porque abandonarlas se siente como perder suelo.
Pero hay algo profundamente liberador en notar que eres el contexto en el que ocurren todos tu eventos internos, eres el lugar en el que las ideas sobre ti aparecen y desaparecen. Como decimos los/las que hacemos ACT:
“No eres la música, eres el espacio en el que suena.”
PD: Hacer este texto ha sido un follón. Por varias razones; la primera es que intentar bajar de la teoría a la cotidianidad sin que el resultado sea una explicación tosca o, en el lado opuesto, que sea una chapa de manual de psicología, es muy complicado. El segundo motivo es que, aunque a mí la RFT de Hayes me parece muy elegante y plausible, es cierto que se trata de una teoría, no de una ley o un principio. Sin embargo, en otros campos de la ciencia, como las matemáticas o la física, también existen cuestiones no resueltas en las teorías que se aplican y que se consideran válidas.
PD2: No queda otra que seguir por un camino valioso sosteniendo la duda y el miedo a equivocarse.
Referencias
Hayes, S.C. (2004) Acceptance and Commitment Therapy, Relational Frame Theory, and the Third Wave of Behavioral and Cognitive Therapies. Behavior Therapy, 35, 639-665.
McHugh, L. (2015). A Contextual Behavioural Science approach to the self and perspective taking. Current Opinion in Psychology, 2, 6–10.
Sartre, J. (2006). El existencialismo es un humanismo. UNAM.
Törneke, N. (2010). Learning RFT: An Introduction to Relational Frame Theory and Its Clinical Application. New Harbinger Publications.
Y esto enlaza muy bien con que los problemas psicológicos no son una cosa que tienes ("tengo una depresión") del mismo modo que tendrías una infección o un tumor, sino algo que hacemos.
Enhorabuena por el texto. Teniendo conocimiento de psicología nivel tertuliano, voy a dar una turra más o menos filosófica también nivel tertuliano. Entiendo que lo que también es liberador es descubrir que los conceptos (el lenguaje o más allá, el relato, las etiquetas) no es (toda) la realidad. La conceptualización es una ilusión, por otro lado, casi siempre útil (para sobrevivir). Lo que nos hace humanos. Construyes y te construyen un personaje al que le das continuidad, y lo sostienes como puedes en un ambiente cambiante, hasta que algo peta por algún lado (o no). O crees que lo sostienes, porque en realidad no sostienes nada, vas reprogramándote para funcionar (y claro, aparecen desajustes y conflictos con el ambiente). Un paso más sería ver que el teatro cartesiano también es ilusión, que no hay sujeto vs objeto, sino solo acción, todo es yo, yo es todo. No hay un señor pequeñito dentro de tu cabeza viendo acontecer la existencia. Esto es la no dualidad, ya muy avanzado, aunque más bien parece un ideal hacia el que tender, pero que no sé que significa en realidad, porque parece más bien volver a ser un niño, un Buda (o un animal no humano).