Hoy vengo con un texto ligero, hace tiempo que no escribo con calma y lo echo de menos. De hecho, hace tiempo que no hago muchas cosas con calma y bebo más café de lo que debería.
¿Qué ritmo llevas tú?
Últimamente me está costando escribir en Substack, atender a las personas como es debido, publicar en Instagram (y además ser adulta funcional en todos los otros aspectos de mi vida)… la presión por estar presente aprieta fuerte.
A veces me doy cuenta de que llevo rato respirando muy superficialmente, lo justo para poder sobrevivir. “Las respiraciones amplias son para los que lo tienen todo bien atado”, me dice la señora que vive en mi cabeza. Entonces me doy permiso para respirar como es debido, como si estuviera ante un paisaje de montañas imponentes, aunque lo que tenga enfrente sea el procesador de textos con el cursor palpitando. Esperando a que le dé algo, que le reanime.
Me dan ganas de desaparecer de Instagram, de colgar un post en el que diga: “me suicido digitalmente, no puedo con esto”. Sé que es muy dramático, incluso para mi tono habitual. Pero es que estoy hasta el toto de escuchar esa voz que me dice “deberías hacer un reel de X”, “hace semanas que no cuelgas nada”… Si pudiera meter la cabeza entre los libros y la consulta, y no hacer nada más que leer, observar y estar ahí toda entera ante la persona que sufre, creo que todo iría mejor.
En cualquier caso, avanzo. Aunque lentamente.
Quizás por eso me parecen tan molestos los perfiles de marketers, porque creo que tienen poco en cuenta que no todo crecimiento se mide en números, que hay procesos que necesitan silencio, tregua, aire. Que, a veces, avanzar no es ir más rápido ni hacer más, sino sostenerse en pie cuando todo tira de ti para que corras.
Hablando de correr, ¿te acuerdas que corría? Pues dejé el asfalto y me apunté a un club de trail running con una amiga, correr por monte todo el rato. ¿Suena bien verdad? Pues espérate, porque me he hecho trampa a mí misma. Me metí en la caja de “Mireia siempre corre más”, “Mireia es la más rápida”; entonces miro demasiado las métricas del reloj y puto Strava. Y cuando miras las métricas corriendo, es lo mismo que mirarlas en Instagram: en un caso lo haces en movimiento y en otro sentada, pero estás haciendo lo mismo igual.
Sería lo contrario a leer poesía.
Este año para Sant Jordi, uno de los libros que he regalado a Greta y a Ian (tónica la A) es “Rastellera de colors” de Pep Molist; es un libro de poemas que le dedica a su madre y a su estuche de lápices de colores. Son poemas agrupados en colores; hemos leído los tres del primer color, que es el blanco. Y antes de que tu mente lance un bonito pensamiento sobre mi, quiero advertirte que quizás me he comprado el libro para mí también :)
Total, que me doy cuenta de que en realidad hago lo mismo todo el rato: medir, comparar, empujar.
En Instagram, en redes y corriendo por el monte. Incluso en las cosas que más quiero.
De alguna manera, me he dejado arrastrar por la idea de que todo tiene que tener un rendimiento. Un número que lo justifique. Una métrica que lo avale. Y cuanto más corro detrás de esas cifras invisibles, más me alejo de lo que me trajo hasta aquí en primer lugar: la alegría de moverme, de escribir, de acompañar.
Me pasa un poco como cuando dejo de leer poesía.
Cuando olvido que existen versos que no sirven para nada salvo para estar.
Que no buscan convencernos de nada, ni medir su impacto, ni ganar ningún premio.
Que simplemente te invitan a mirar.
Como una respiración honda en mitad de la prisa.
Quizá vivir así —leyendo más poesía y persiguiendo menos métricas— no sea una meta.
Quizá sea un pequeño acto de resistencia en un mundo que todo lo mide.
Un recordatorio de que no somos nuestras gráficas, ni nuestros ritmos, ni nuestro engagement.
Somos ese espacio que se abre cuando dejamos de correr detrás de todo eso.
Así que, para terminar, te dejo un poema que habla de eso: de seguir tu propio paso, aunque el mundo entero te pida otra cosa. Es de Mary Oliver y se titula The Journey.
Un abrazo.
PD: Y gracias a Ana C. por sugerirme que uno puede hacer un boceto y no tener que hacer un puto Antonio López siempre.
The Journey
(Mary Oliver)
One day you finally knew
what you had to do, and began,
though the voices around you
kept shouting
their bad advice—
though the whole house
began to tremble
and you felt the old tug
at your ankles.
“Mend my life!”
each voice cried.
But you didn’t stop.
You knew what you had to do,
though the wind pried
with its stiff fingers
at the very foundations—
though their melancholy
was terrible.
It was already late
enough, and a wild night,
and the road full of fallen
branches and stones.
But little by little,
as you left their voices behind,
the stars began to burn
through the sheets of clouds,
and there was a new voice
which you slowly
recognized as your own,
that kept you company
as you strode deeper and deeper
into the world,
determined to do
the only thing you could do—
determined to save
the only life you could save.
Siendo coherente con mi falta de estrategia digital, publico este texto en domingo y a las 22.18h 🦄
Un abrazo :))
He releído el texto ligero y precioso, después de la tregua, del aire y del silencio que seguramente he necesitado y que me ha venido bien. Gracias por tu texto y por la poesía y la reivindicación que derivó en ambos 💜